¿Somos seres empáticos?

 

“Hay algo en las personas que solo ellas saben.”-Ben Harper.

Uno de los refranes más poderosos de nuestra literatura dice: “Cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas de remojar”. Este poderoso refrán encierra un significado de la empatía bastante profundo. Una poderosa verdad en sintonía, que reside en lo hondo de cada persona; los sentimientos y padecimientos de otro ser humano no pueden pasar inadvertidos ante nuestros ojos. La habilidad de comprender y saber lo que siente el otro, es lo que propicia nuestro propio desarrollo y crecimiento.

 

En nuestra sociedad actual, sin embargo, los comportamientos empáticos escasean en deterioro del egoísmo y la individualidad. La empatía se construye sobre la propia conciencia de lo que somos como colectivo y personalidad. Ante ello podemos preguntarnos: ¿Cuáles son las claves para desarrollar una empatía eficiente? ¿Cómo genero una forma de ser empática?

 

El requisito previo para desarrollar una empatía eficiente es ser capaz de evaluar profundamente nuestras emociones y sentimientos, viendo cuáles son sus interrelaciones con el mundo, con los demás y con nosotros mismos. Cuanto más abiertos estemos a nuestras propias emociones, más hábiles seremos para interpretar los sentimientos de los demás. Esto nos proporcionará la claridad mental y la fuerza necesaria para entender adecuadamente las emociones y las conductas que tutelan el comportamiento de los demás.

 

La mente racional se expresa a través de las palabras y razonamientos, las emociones, sin embargo, se expresan a través de expresiones faciales, posturas y tonos de voz. Aquí tenemos una de las claves para intuir los sentimientos del otro, en el lenguaje no-verbal. Esta singular habilidad de interpretar, interiorizar y detectar adecuadamente el significado implícito de la comunicación, nos ayudará a adelantarnos a los requerimientos y necesidades del otro. Sabremos cómo actuar y aportar la solución adecuada que logre sintonizar con el estado emocional de la otra persona.

 

Los seres humanos tenemos la habilidad innata de sentir y “ponernos en la piel” de otro, hasta de “calzarnos sus zapatos”, entre otras cosas, porque nos vemos reflejados en las vivencias de otras personas. A menudo las necesidades de otros, también son las nuestras. La vida nos depara aprendizajes, experiencias, obstáculos, dichas y penas, y cada uno de nosotros sin excepción en mayor o menor medida pasa por cada una de ellas. Igual que son comunes en todas las personas las emociones de base como el miedo, el dolor, la rabia y el placer. Cuando tomamos consciencia de las emociones de los otros y las nuestras es cuando podemos entrar en una empatía de acción. La empatía tiene una estrecha relación con el amor y la compasión.

 

Está demostrado que las personas altamente empáticas, son personas más alegres, felices y sensibles. Y esto es así, porque la retroalimentación que se obtiene siendo empático va en consonancia con las virtudes que ésta lleva adheridas. Si nuestro patrón de conducta y comportamiento siempre tiene en cuenta las necesidades y el bienestar de los demás, nuestro patrón se verá fortalecido y ampliado, porque recibirás más de lo mismo. Tu siembra será tu cosecha, al igual que lo que reflejas en el exterior es un espejo de tu alma.

 

Debemos trabajar y fortalecer la empatía no solo con nuestro círculo más cercano, sino con todo aquel que necesite apoyo y ayuda. Nadie se merece quedar desatendido y desamparado ante sucesos que cualquiera de nosotros puede atender de manera efectiva, solidaria y compasiva. Los beneficios de esta práctica son innumerables tanto para el que los recibe como para el que los ejecuta. Brindemos nuestro máximo exponente y tacto emocional a todo aquel que lo necesite. Un mundo mejor es posible si todos desarrollamos esta magnífica virtud.

 

“Aprender a estar en la piel de otro, a ver a través de sus ojos, así es como comienza la paz. Y depende de ti hacer que ocurra.” -Barack Obama.

 

 

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